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Musica.

10 de abril de 2017

NADIE ESCUCHA EL RUIDO.

El mismo ruido seco, que en secuencia, es exacto cada noche. Uñas gigantes arañan un mundo invisible y las dimensiones se mezclan y confunden la existencia ya de por si enmarañada. Vivo en Matrix desde siempre. No me siento parte de esto, nadie me entiende y a nadie entiendo tampoco. Soy parte de un macabro experimento que aún no ha conseguido doblegarme. Voy, vengo, conduzco, me medico, consumo, crío y leo, pero sigo siendo esa pieza mal pulida que nunca acaba de encajar. Mi mente corre sin descanso para encontrar las palabras adecuadas, pero mi exigente criterio me deja desnuda frente al mismo y gélido folio en blanco. Me refugio en la música, pero ella me agita la vida hasta tal punto que despierta los demonios de los que estoy  escapando constantemente. Hay hombres. Hombres que quiero escalar. Hombres que quiero fumarme y luego beberme. Hay libertades que me gustaría merecer. No traicionar las leyes naturales, no quiero ser para los demás, quiero ser todo eso que está mal visto, quiero ser para mí misma con toda la mezquindad posible, porque solo así, podré acercarme tan solo un poco a lo genuino, sin importarme que me comáis la carne con sucias críticas verbales. Una brizna de hierba es tan liviana que puede ser mecida por el viento y yo soy una brizna de hierba esta noche.
Mi corazón y sus cavidades están demasiado bregados para sucedáneos y bagatelas.  Ese sonido atronador sigue amenazando pero mi cuerpo menudo y frágil se ha posicionado detrás de la trinchera y está dispuesto a resistir.

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