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Musica.

27 de febrero de 2011

EL EXTRANJERO PERPETUO..

Esos días se sentía como un cenicero, lleno de colillas,  como una
naranja estrujada a la que han vaciado, como un jazmín al que le
han robado el aroma, después  de oler sin piedad su fragancia,
como un pájaro sin plumas.
Las canciones son peces voladores que entretienen sus noches
y la borrachera ya hacía rato que le había propuesto  el divorcio,
el tabaco ya no le hacía cosquillas en la garganta y en su portal
ya no ronroneaba ninguna gata, con medias de red y carmín en
los labios.
Lee libros que nadie quiere leer, mientras espera que algo bueno le
suceda, no es de los que salen a buscar la suerte, es de los que esperan
a que caiga la breva sobre la hierba para que sufra el menor daño posible.
Una experiencia extracorpórea en la infancia le enseñó que desde
enfrente, no se es lo bello que uno imagina y de inmediato se volvió mas
humilde, como el pavo real, que expone su belleza con  esplendor hasta que
se ve las patas y enseguida se vuelve diminuto y el rubor le arrebata ese
momento de gloria.
Tiene de todo, pero es muy pobre, añora todo aquello que un día tuvo
y que no se compra con dinero, podría cambiar sin remordimientos todo
lo que posee, por siete minutos de amor, pero el amor está mutando y
no le regala su fortuna. Ha perdido la fe y eso no le duele, le molesta mas
haber estado perdiendo el tiempo durante todo este tiempo, y le quita
el sueño el haber estado respondiendo a estímulos erróneos y volátiles.
Es un extranjero perpetuo, un emigrante errante, un paria en este mundo
injusto, no es de ningún sitio y tal vez debería haberse quedado por siempre
en el cálido útero, en ese nido de donde alguien nunca quiso que saliese, pero
conociendo sus pensamientos, seguro que salió de allí para demostrar que
cuando las cosas no son propicias, el resultado es un molde roto por un ser
excepcional. Pocos ángeles de luz llegan a la tierra y él era uno, es un cenicero
lleno de colillas sucias y ceniza, pero debajo de toda esa inmundicia, brillan
sus ojos y su corazón es un estanque de agua cristalina donde reposan los
sentimientos más extinguidos.

26 de febrero de 2011

COLOREAR SOBRE LO GRIS.

El reto sigue ahí.
Un papel en blanco espera mis ideas y yo sigo en mi estado de pereza.
Mi cerebro de mujer es complicado, pero mas completo.
A ratos pienso cosas lindas, pero son mensajes cortos
que no dan para escribir algo sustancioso.
Admiro a mujeres que nunca seré y me siento mas mujer que nunca, peleo
por mi condición y salgo herida en la lucha, no obstante el resultado es la liberación.
Estoy leyendo cuatro libros a la vez y soy una esponja desgastada, pero de repente
me ponen debajo del grifo y vuelvo a expandirme.
La etapa de pecado capital en la que estoy sumergida, no me deja moribunda
mas bien me proporciona tiempo para ser, ave fénix al final.
Al fin y al cabo no hay ni un alma que resista eternamente.
He de volver a poner color en esos espacios grises que hoy ocupan mi cuerpo.

4 de febrero de 2011

PANDÉMICA Y CELESTE.

Imagínate ahora que tú y yo
muy tarde ya en la noche
hablemos hombre a hombre, finalmente.
Imagínatelo,
en una de esas noches memorables
de rara comunión, con la botella
medio vacía, los ceniceros sucios,
y después de agotado el tema de la vida.
Que te voy a enseñar un corazón,
un corazón infiel,
desnudo de cintura para abajo,
hipócrita lector -mon semblable,-mon frère!

Porque no es la impaciencia del buscador de orgasmo
quien me tira del cuerpo a otros cuerpos
a ser posiblemente jóvenes:
yo persigo también el dulce amor,
el tierno amor para dormir al lado
y que alegre mi cama al despertarse,
cercano como un pájaro.
¡Si yo no puedo desnudarme nunca,
si jamás he podido entrar en unos brazos
sin sentir -aunque sea nada más que un momento-
igual deslumbramiento que a los veinte años !

Para saber de amor, para aprenderle,
haber estado solo es necesario.
Y es necesario en cuatrocientas noches
-con cuatrocientos cuerpos diferentes-
haber hecho el amor. Que sus misterios,
como dijo el poeta, son del alma,
pero un cuerpo es el libro en que se leen.

Y por eso me alegro de haberme revolcado
sobre la arena gruesa, los dos medio vestidos,
mientras buscaba ese tendón del hombro.
Me conmueve el recuerdo de tantas ocasiones...
Aquella carretera de montaña
y los bien empleados abrazos furtivos
y el instante indefenso, de pie, tras el frenazo,
pegados a la tapia, cegados por las luces.
O aquel atardecer cerca del río
desnudos y riéndonos, de yedra coronados.
O aquel portal en Roma -en vía del Balbuino.
Y recuerdos de caras y ciudades
apenas conocidas, de cuerpos entrevistos,
de escaleras sin luz, de camarotes,
de bares, de pasajes desiertos, de prostíbulos,
y de infinitas casetas de baños,
de fosos de un castillo.
Recuerdos de vosotras, sobre todo,
oh noches en hoteles de una noche,
definitivas noches en pensiones sórdidas,
en cuartos recién fríos,
noches que devolvéis a vuestros huéspedes
un olvidado sabor a sí mismos!
La historia en cuerpo y alma, como una imagen rota,
de la langueur goûtée à ce mal d’être deux.
Sin despreciar
-alegres como fiesta entre semana-
las experiencias de promiscuidad.

Aunque sepa que nada me valdrían
trabajos de amor disperso
si no existiese el verdadero amor.
Mi amor,
íntegra imagen de mi vida,
sol de las noches mismas que le robo.

Su juventud, la mía,
-música de mi fondo-
sonríe aún en la imprecisa gracia
de cada cuerpo joven,
en cada encuentro anónimo,
iluminándolo. Dándole un alma.
Y no hay muslos hermosos
que no me hagan pensar en sus hermosos muslos
cuando nos conocimos, antes de ir a la cama.

Ni pasión de una noche de dormida
que pueda compararla
con la pasión que da el conocimiento,
los años de experiencia
de nuestro amor.
Porque en amor también
es importante el tiempo,
y dulce, de algún modo,
verificar con mano melancólica
su perceptible paso por un cuerpo
-mientras que basta un gesto familiar
en los labios,
o la ligera palpitación de un miembro,
para hacerme sentir la maravilla
de aquella gracia antigua,
fugaz como un reflejo.

Sobre su piel borrosa,
cuando pasen más años y al final estemos,
quiero aplastar los labios invocando
la imagen de su cuerpo
y de todos los cuerpos que una vez amé
aunque fuese un instante, deshechos por el tiempo.
Para pedir la fuerza de poder vivir
sin belleza, sin fuerza y sin deseo,
mientras seguimos juntos
hasta morir en paz, los dos,
como dicen que mueren los que han amado mucho.

Jaime Gil de Biedma