RENACER.

No quiero vallas ni despedidas
porque mi corazón maltrecho
me susurra que va a necesitar
una ambulancia.
Annie canta a la lluvia y a los
amantes mientras me apago
como una mecha sumergida
en agua fría.
El filo del acantilado me seduce
sin preliminares y se que si mis
ojos se escapan un milímetro hacia
abajo, no habrá marcha atrás.
Tarde me asaltan los rencores y los
reproches, la mariposa isabelina
retrocede para volverse oruga
y voy a perder la capacidad de volar.
Si alguna vez fui etérea que me
rescate ese estado y me rehaga
por completo. No recuerdo la
levedad ni la espuma del mar.
Volver a nacer para sacudirme
la ceniza que me poseyó por
completo. Ser el aire de otoño
que lo renueva o lo corrompe
todo.
Romper la escafandra y aspirar
de nuevo la vida con pulmones
recién salidos de fabrica.
Renacer...

CLINT EASTWOOD.

En el hueco donde había rojo
solo queda aire y me asomo a
la ventana de vez en cuando
de manera inconsciente para
dibujar siluetas que me hacen
sentir acompañada.
Una americana gris o de algún
otro color claro, en una noche
de noviembre, entre humos y
cervezas con limón, simulo una
ceguera completamente falsa
mientras tus ojos de infante me
buscan desesperadamente.
Introduces lo que parece el
principio de un diálogo entre
la gente y te sigo a escondidas
haciéndome la "Clint Eastwood"
pero a mi misma (aún) no he
conseguido engañarme.
Y con un gesto de extrema sensatez
apuras tu vaso, y sales deprisa
levantando la mano. Te vas como
llegaste y yo desde mi butaca
pienso en esta historia siempre
incompleta, que reza a la esperanza
y que nos mira desde hace tiempo
desde la vereda de enfrente con
media sonrisa.