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8 de noviembre de 2023

DE CUARTELES DESANGELADOS Y LÁGRIMAS CAMUFLADAS.

Escondo mis lágrimas tras unas gafas negras.
Es absurdo pensar que un plástico oscuro nos servirá de escudo para que los demás no puedan ver  nuestro dolor, y aún así lo intentamos.

El coche navega sobre el asfalto húmedo y hace kilómetros sin piedad y mientras, la lluvia se solidariza conmigo y llora también sobre el parabrisas. Atrás dejo una parte de mí y  me desmorono, en una tarde triste y plomiza.

Ni la  visita por el casco antiguo, ha conseguido mitigar la angustia que me anida en el pecho, solo ha sido un bálsamo simplón para evadirme momentáneamente de la tristeza, un opio ineficaz. Tampoco me han consolado las dos copas de vino blanco semidulce, ni los cigarrillos que me he fumado mientras veía a la gente pasear por la plaza mayor. Es abrumadora la realidad del mundo, cuando lo observas de verdad. Da miedo y algo de congoja también. Veo a vagabundos durmiendo en los bancos de la plaza, un cura muy ortodoxo con un rosario en la mano absorto en su oración, perros de todo tipo y tamaños, cayetanos, reclutas inocentes, reclutas ignorantes, gente bien y gente mal, camareros que te invitan a comer el menú del día, y un sinfín de existencias, que no puedo ni escudriñar, simplemente para preservarme. Siempre he visto más allá de la piel, y cada vez es más difícil. Se me atascan las visiones en la garganta y me impiden respirar, es una asfixia agónica.

Somos hordas resignadas, intentando recoger las migajas de la existencia perfecta, esa que nunca llega porque cuando crees que vas a tocarla con la punta de  los dedos, te ha adelantado sin que te dieras cuenta. La realidad se precipita. En picado.

Casi todo lo que escribes es triste, me han dicho siempre. Es cierto. Soy incapaz de voltear la cara, no puedo maquillar la vida. La existencia, es una trampa llena de cepos y zancadillas, la dicha jamás es completa, las cuestas demasiado pronunciadas y la buena voluntad finalmente  acaba por quebrarse.

Esta noche (especialmente) escribo triste, porque estoy triste. Echo de menos  a mi rebrote, una melena larga y oscura, su mal humor cotidiano, encontrármelo leyendo junto a la estufa con un tazón de avena con mate cocido en la mano, extraño el rumor de sus dedos sobre las cuatro cuerdas, que el muy cabrón, acabó dominando con maestría. La casa está silenciosa, la perra lo busca y no lo encuentra,  y yo, deambulo por la estancia siguiendo los vestigios de su perfume sobre la almohada. Cómo me vais a echar de menos me dijiste con esa arrogancia tan tuya, y yo, queriendo ocultar mis debilidades te dije, que no tanto. Jamás he mentido más que aquel día.

Atrás dejo una parte de mí, y ahora no soy más que una hoja marrón en este otoño ocre y sombrío...

 

PD: Miss you (la hostia)