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Musica.

28 de noviembre de 2011

DE COMO TUS CADERAS ME HICIERON ENLOQUECER.

Flota la bruma de una felicidad condicionada,
una canción pone mi mecanismo en marcha
y solo quiero vivir a pleno rendimiento.
No hay maldad, ni abstinencias, en el bolso
que he preparado para hacer este viaje
solo unas bragas, algunos libros y música
completan mi equipaje. Jamás seré mas rica.



Mis labios que han sufrido represión buscan
humedades que alimenten su abismo que 
toca fondo en el cielo y allí está tu cuerpo
que es espiga, y sexual en casi toda su geodesia 
Una llama roja e infernal, y yo estoy temblando
de frío.




Mil veces imaginé  la entrega,  e iba mas 
allá de la donación carnal, era una 
simbiosis sideral cuyos únicos elementos
eran tu voz y mi cuerpo intentando seguir tus
caderas, que consiguen que pierda la cordura. 
Tu mirada perdida en la nada, detonó los deseos 
mas inconfesables y ajeno a mi existencia, tu 
sigues caminando por la capital, contaminada por 
bocinas y humos con los que te has hermanado.




Vamos nadando por el desierto mas caudaloso
y me he cansado de nadar. Mis sueños impares
siempre tienen recompensa y la estrella que nació
ayer en el cielo, me está mandando señales de 
humo. Nueva York me espera con sus neones 
insomnes y sus taxis amarillos, pero no cruzaré
el charco si no vienes conmigo. Podría ofrecerte
Buenos Aires en el mismo paquete, por un módico
beso en los labios.

8 de noviembre de 2011

CARCOMA EN LOS HUESOS.

No me hables de injusticias ni de atropellos
si no estás dispuesta a tomar medidas.
No quiero  oír quejidos vacíos que no 
tendrán eco. 
Son siglos de acoso y derribo,  huesos
con carcoma y vidas residuales.
Historias que me recuerdan  lo que no 
he de repetir, un legado de naftalina
que huele a hidrocarburo. No me hables 
de nada que no sirva para hacerte mas 
fuerte, está en tus manos cambiarlo, tu 
lamento eterno no hace mas que 
desacreditarte. Grita! Salta y Escupe! si 
hace falta,  Gime! Reclama! y Protesta!, 
es tu derecho hurtado desde que llegaste, 
te han estafado, desde la  edad de cuna y 
tienes la obligación de reaccionar, el deber
moral de vengarte. Detrás de nosotras
llegarán generaciones de féminas que
necesitarán de nuestra obra. Seremos 
embajadoras...  las delegadas de una 
prole que tendrá la obligación de ser 
mejor de lo que hemos sido.
No quiero oír tu quejido, ya no lo aguanto
Me he hecho a mi misma y mis referentes
son gigantes, he bebido vino y he celebrado
a mujeres únicas, que han roto el molde
para siempre. Aún estoy mejorando, es un 
proceso lento  y  apasionante y tu  apatía me 
distrae. Estaré ahí si tu elección es la 
metarmofosis, puedes dejar de ser el cenicero
donde todos apagan sus colillas, pero si decides
seguir siendo mártir, no estaré allí para verlo.
Deshabita de una vez  la cueva de la represión!!
....Fuera el sol está brillando para ti....

7 de noviembre de 2011

DIECIOCHO DE JULIO.

El viento vivo azota las hojas del álamo dorado 
y el sonido me transporta a la edad de la 
inocencia.
Aquella tarde de julio, encontré un billete verde
argentino en mitad de la vereda brillante, aquel
día era  tu cumpleaños y el entusiasmo hizo lo
demás. Corrí al supermercado y compré harina,
huevos y levadura, encendimos el horno de barro
y mientras el fuego danzaba un baile perfecto y 
milenario en su interior, batí huevos y mezcle
harina con la ilusión de un niño el día de reyes 
magos. Tenía yo nueve o diez años.
Di tiempo al proceso, que todo tiene en el universo y 
esperé con impaciencia, el resultado de aquel regalo 
que nunca planeé. Tu, ajena a aquellos movimientos
dormías tu siesta de invierno; supongo que te escondías
de la realidad plomiza, que casi nunca estaba de tu lado.
A veces desaparecías por temporadas y nadie se daba 
cuenta de aquellas ausencias, ahora puedo verlo.
Entonces eramos inevitablemente presos de la edad de
la ignorancia, la misma que nos protegió del azote de
la realidad. Pasaron lunas. Abrí la puerta del horno y el 
bizcochuelo era largo y poco alto, no me importó.
Decoré su superficie tostada con pinos de plástico 
y flores silvestres y cuando la bandeja dejó de quemar, 
la tomé con mis manos pequeñas e infantiles y fui en 
busca tuya. 
Atravesé el patiecito exterior y entré en la cocina,
ollas y  una vitrina vieja eran mis cómplices; por fin
llegué a la habitación que te cobijaba y toqué tu 
hombro, despertaste adormecida y estiré mis brazos,
te ofrendaba la vida misma en aquella bandeja.
Correspondiste con una sonrisa llena de abrazos.
Pusimos a calentar agua y preparamos mate.
Compartimos todo lo que teníamos aquella tarde
y fuimos de plastilina aquel dieciocho de julio.