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Musica.

14 de marzo de 2017

EL ÑATO.

Rubio, de tirabuzones de oro y ojos azules, era el terror de las mujeres de los pueblos mas recónditos. Cómo buen nómada era vividor, amante del vino y un follador salvaje. Cuenta la leyenda que tenía tantos hijos como una higuera, higos tiene en septiembre. Buen orador y seductor experimentado, sabía ganarse la simpatía del mundo entero. Conocedor de leyendas indígenas ancestrales, me contaba historias difíciles de digerir para una niña y a veces hasta miedo me daba, cuando decía que los espíritus de los indios se vengaban de los humanos, cuando éstos, osaban interrumpir en sus templos de descanso. Liaba sus cigarros artesanales y salía a ver pasar la vida en la vereda lustrada de su San Juan querida. Me llevaba en su bicicleta negra al jardín de infantes y me recogía con puntualidad inglesa. Tenía un Jeep inservible de color camel en el patio de casa, que servía de refugio en nuestras tardes de juego. Guardaba patas de conejo secas, en los huecos de los ladrillos de adobe del patio, que aseguraba atraían a la suerte. Una vez le detuvieron por escándalo público y mi abuela, (la mujer más paciente y sumisa que jamás haya visto) le llevó café y un sándwich al calabozo. El "ñato" era de esos hombres de biografía, de esos tíos que siempre se recuerdan. El mes de octubre de 1910, dió un ejemplar masculino difícil de repetir. Ese año nacía mi abuelo y creo que cada descendiente de su prole, aún le mantiene vivo de alguna manera, portando su ADN.
Salud nono!