Las hojas de su pasaporte no admitían ni un sello mas.
Había recorrido medio mundo, casi sin descanso en
poco tiempo, había ido a África donde había visto
animales asombrosos. En América se maravilló con
Machu Pichu y si tenía que pensar en algún lugar de
Europa no lo dudaba, la respuesta era Grecia, le
gustaba perderse en esos pueblos blancos tan
mediterráneos......
Una mañana lluviosa de invierno, buscaba el calor
del buen recuerdo y decidió explorar en su mesita de
noche las fotos que documentaban todos sus viajes,
pero en el cajón no había nada, ni fotos, ni tiquets de
cafeterías, ni entradas viejas de museos, ni ningún
billete de avión, ningún indicio aventurero.
Por no haber, no había ni pasaporte.
Jamás había salido de su país.
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