Contemplo la quietud de mi cuerpo tras la batalla,
y pienso en como algo tan pequeño, se ofrece tan generosamente al mundo.
Son dóciles mis manos, ajenas las piernas y la cabeza ladeada sobre las sábanas, dibujan un cuerpo que se comunica e interactúa constantemente con el universo.
No puedo decir que la indolencia me defina, ni tampoco, que la felicidad sea fiel compañera
Mantengo un equilibrio entre tristeza y dicha que hace de mi existencia, un lienzo indefinido.
Nadie tiene certezas, pero todos tenemos agujeros negros.
Aún estoy descifrando, que cojones hago persiguiéndote, cuando de mi mano come todo aquél que quiero.
Los caprichos nunca fueron sanos, y tú, no serás la excepción.
Antepondré como siempre, la cordura a lo abstracto y sabré reírme del momento, con un cigarro en los labios.
Pasan los días, las auroras boreales, los galgos elegantes y la vida misma, como huracanes voraces.
Recibo elogios, que lejos de alimentar mi ego, rechazo con hastío, porque son fruto de la vulgaridad.
Nunca salió nada bueno del aplauso de saldo, y sigo añorando la genuinidad.
Mi reino, por una conversación cautivadora.
La belleza en constante estado de fuga.
El tedio que lo arrebata todo.
La fortuna, que siempre huye de mí.
No voy a rendirme. Jamás.
No quisieron que existiera y llegué abrasando.
Te condeno a verme reír.
Supe hacer de la desdicha, jardines y del llanto, manantial.
La magia, se quiebra en un instante y hay que tener la elegancia de saber retirarse a tiempo.
Y así me voy alejando, en un vuelo rasante y silencioso.
Búscame en el baile cadencioso del mar, en los ojos que nunca han dejado de perseguirme, en el abrazo estremecedor de las almas en quiebra, en esa pecadora copa de vino y en ese tacto aterciopelado de tu piel bajo la yema de mis dedos.
Búscame en la maraña de palabras que siempre acaban rescatándome del caos.
Búscame, no te des por vencido.
Busca.
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